Chile es, junto a Uruguay, el país latinoamericano que presenta el mejor Índice de Percepción de Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional, con una nota superior a 7, en una escala de 0 a 10. Nuestro país ocupa el lugar 21. Sin embargo tan contundente estadística contrasta con el mayor escándalo de corrupción que azota a nuestro país, que es lo de las platas de ChileDeportes, escándalo que vale la aclaración, no tiene nada que ver el actual gobierno de Michelle Bachelet. Justamente instituciones que deben trabajar políticas sociales o que tienen que ver con el bienestar general de la población están en la mira de todos los chilenos.
La derecha no ha perdido su oportunidad de sacar ventajas políticas de todo esto. Recordemos lo sucedido en plena campaña presidencial, cuando la estrategia estuvo dirigida a combatir la corrupción vigente, olvidando intencionadamente que es la derecha la que también practicó descaradamente este vicio durante los 17 años de la dictadura, lo que enriqueció a muchos de sus dirigentes, empezando por la familia Pinochet y por quienes compraron a precios subvaluados las empresas estatales que privatizaron.
La derecha apostó erróneamente a atacar a la actual mandataria con los escándalos del MOPT, con el caso Gescam, con CODELCO y con golpes efectistas como el procesamiento del ex jefe de Gabinete de Lagos cuando éste era Ministro de Obras Públicas. Sus objetivos específicos eran dos: desprestigiar a la Sra. Bachelet, exhibiéndola como representante de un gobierno corrupto, y crear las bases para la privatización de CODELCO, aspiración muy sentida de la derecha económica, que no puede soportar que las ganancias de esta actividad vayan al Estado y no a sus bolsillos.
Denunciar la corrupción constituye un deber ciudadano, pero parece que la ciudadanía no lo ve como el arma para definir una contienda electoral en la que ambos contendientes tienen pecados similares en este nivel. Recordemos lo que ha pasado recientemente en Brasil, donde Lula fue reelegido con una gran votación pese a los escándalos de corrupción. El pueblo entiende que estos hechos son aislados, entiende que muchas de las críticas y denuncias hay doble intención, sacar la ventaja esporádica, y eso es repudiable.
Se escucha decir majaderamente a la derecha que la corrupción es producto de los largos 16 años de gobiernos de la Concertación, olvidando los 17 que tuvieron ellos al lado de Pinochet, y desarrollan la idea de que la alternancia del poder es una necesidad política ineludible.
Un argumento que ha usado es que si el mismo gobierno sigue en el poder por mucho tiempo se desarrolla la corrupción y ponen como ejemplo el caso del PRI en México. Estos mitos que la derecha impone al colectivo nacional son expresiones de un irracionalismo infantil. Buscan convencer de que esos mitos son realidades y leyes sociales que obligatoriamente se repiten.
Su absurdo se puede demostrar con los siguientes ejemplos: Margaret Thatcher estuvo en el gobierno más de una década y nunca hemos visto a algún derechista que critique su gobierno; al contrario, ha sido el ejemplo a seguir. Numerosos gobiernos europeos en el siglo pasado permanecieron en el poder por más de 20 años: los conservadores ingleses así lo hicieron y el modelo de Pinochet y de la derecha chilena fue el gobierno de Francisco Franco que duró más de 40 años. Otro ejemplo más directo y cercano es la dictadura de Pinochet: duró 17 años y la derecha siempre la alabó porque hizo cambios trascendentales y nunca algún derechista le enrostró la necesidad de la alternancia; al contrario lo apoyaron para que siguiera gobernando incluso con el plebiscito.
En estas circunstancias parece que la ley de que todo gobierno que se mantiene en el poder largo tiempo se corrompe, es una ley que debe interpretarse como que todo gobierno que no sea derechista que se mantiene en el poder se corrompe, lo que es un absurdo que ni la derecha más descarada ha sido capaz de plantear.
Es evidente que hay gobiernos como el del PRI o el de Pinochet que se corrompieron en el poder y que un factor pudo ser su control por mucho tiempo de este poder, pero hay otros casos que mantuvieron el poder largo tiempo, como los conservadores en el Reino Unido o los socialdemócratas en Suecia y la corrupción no prosperó.
Esta feble ciencia política que inventa la derecha para combatir a la Concertación no tiene ningún asidero, lo que no significa creer que los gobiernos de la Concertación han sido probos. Lo que ocurre es que la Derecha no puede plantear un modelo y una estrategia distinta, en ese aspecto medular son casi idénticos con la Concertación. Por esta razón no pueden hacer planteamientos diferentes en las materias sustanciales.
En efecto, critican a la Concertación por la corrupción vigente, pero no mencionan los niveles de corrupción de su gobierno, debido a lo cual no son visualizados por la gente como una alternativa. Acusan a la Concertación de que no hay alternancia, pero el gobierno de Pinochet no sólo rechazó la alternancia sino que quiso seguir indefinidamente en el poder. En resumen la derecha critica a la Concertación porque hace lo mismo que ella hizo: su lema podría ser “No hagas lo que yo hago”.
Pero insisto, éstos no son los aspectos medulares, lo central es el tipo de sociedad que se construye y los principios que la inspiran y en esto la derecha y la Concertación tienen el mismo dios: el neoliberalismo. Por eso no pueden presentar ideas distintas y deben limitarse a estos aspectos secundarios.
El destacado empresario alemán Horst Paulmann, radicado en Chile, al recibir el premio de Empresario del Año, resumió el sentir de la derecha económica. En plenas elecciones presidenciales dijo: “El desempeño de la Concertación ha sido muy bueno en estos tres últimos gobiernos, pero igual como debe ocurrir en las empresas, lo mejor sería que esta vez hubiera un cambio de mano”.
La “teoría” de la alternancia tiene pues un origen empresarial. Pero la evidencia es que en la empresa nadie suelta el poder y todos buscan más poder. Al preguntarle a Paulmann, que tiene 70 años, si pensaba abandonar sus actividades empresariales contestó, contradiciendo la teoría de la alternancia: “Hay Paulmann para rato” (El Mercurio 02-08-05)
La relación entre poder y corrupción ya fue destacada por Lord Acton, quien decía “el poder corrompe” y el poder absoluto corrompe absolutamente, de manera que el arma eficaz para combatir la corrupción no es la alternancia, sino que la democracia, que brinde transparencia y genere mecanismos eficientes de control social.
Cuestionar a un gobierno por mantenerse en el poder corto o largo tiempo es irrelevante. Lo que interesa es que ese gobierno siempre se elija y reelija por medios democráticos, como ha sido el caso de los gobiernos de la Concertación y que a la derecha le duele tanto.
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